sábado, 2 de abril de 2016

El Campamento de los Santos, Jean Raspail (1973)


Destacable el artículo de hoy de Denzinger Bergoglio (Bergoglio y sus "hijos de dios". ¿De cuál?)
Inmediatamente recordamos el alucinante libro de Jean Raspail, donde describe la invasión a Europa por una flota salida del corazón de Asia cargada con millones de "refugiados". Raspail vió con claridad profética lo que le sucedería a Occidente. La reacción de los periodistas, los políticos, los organismos internacionales, la Iglesia...curiosamente el Papa es brasilero y se llama Benedicto XVI.

Algunos extractos, un poco al azar:

"Decir que la noticia de la partida de la flota, cuando fue conocida y publicada,
inquietó seriamente al mundo occidental, sería, de entrada, contrario a la verdad.
Por eso tanta gente, acto seguido, untó, con complacencia y talento, sus rebanadas
con la nata segregada de su cerebro. Las «vacas lecheras» del pensamiento
occidental contemporáneo se prestaron meneando el rabo al ordeño cotidiano; tanto
más alegremente cuanto que nada demostraba, por el momento, que se estuviese
en presencia de un problema grave. Si se quiere comprender algo de la opinión
occidental, cara a la flota inmigrante o cara a cualquier otra cosa de una naturaleza
extraña, hay que empaparse de una noción esencial, a saber, que todo le importa
un pito"

"El Papa publicó un pequeño comunicado lacrimoso. Algunos obispos sociales se agitaron, en nombre del espíritu del Vaticano III, así como ligas y comités mundiales humanitarios,
animados por el contingente habitual de los incondicionales de la bestia. Justo con
que nutrir el prólogo. Salida del cacumen del ministro Jean Orelle, la Comisión de
cooperación internacional para la ayuda a la flota del Ganges celebró su primera
reunión en París. Los funcionarios internacionales que la componían, tradicionales
perseguidores de los enchufes de la ONU, zorros viejos de la FAO, de la UNESCO,
de la UNICEF, de la UNRWA y de la OMS, conocían perfectamente su oficio y los imperativos de su dorada existencia: acordaron esperar"

Según los partes recibidos, tan pronto como la flota del Ganges franqueara el
ecuador, se aproximaría al litoral africano, concretamente a la isla de Sao Tomé,
una república independiente y antigua colonia portuguesa que sirviera otrora como
portaaviones para el ejército americano y cuyo aeródromo ofrecía aún unas
hermosas ruinas aprovechables. Así, pues, la Comisión de Roma decidió
aprovisionar a la flota desde la base de Sao Tomé. Se procuraría triunfar donde
fracasaran los sudafricanos, pero entre gentes de bien y por una noble causa. ¡Se
demostraría a esos desdichados y al mundo entero cuál era el verdadero rostro de
la raza blanca! E, inmediatamente, se precipitó el alud sobre el campo de Sao
Tomé. El carrusel de la caridad, cien aviones trazando círculos bajo el plomizo cielo
ecuatorial esperando su turno para aterrizar. ¡El encarne! Una muestra de buenos
sentimientos. Una escenificación del altruismo. Una obra maestra de repostería
humanitaria, rellena de antirracismo a la créme, cubierta con igualitarismo
azucarado, cargada de remordimientos a la vainilla, más esta chusca inscripción de
guirnaldas acarameladas: ¡Mea culpa! Verdaderamente, un pastelón repugnante.
Sin embargo, todos se abalanzaron sobre él, cada cual quiso ser el primero en
morderlo. ¡No empujen! ¡Hay suficiente para todo el mundo! Encantadora fiesta. Lo
esencial fue estar presente, lo importante, exhibirse, y lo principal, evidentemente,
publicarlo a los cuatro vientos.

"El avión blanco del Vaticano tomó tierra solo —distinguiéndose claramente— con
mucha anticipación, pues la aeronave vaticana llegaba siempre la primera a todas
partes. Se diría que la tenían dispuesta día y noche para despegar, cargada con
medicamentos, dominicos vistiendo jeans y piadosas misivas. Probablemente
volaría a la velocidad supersónica de los símbolos. Para equiparla, el papa
Benedicto XVI, (*) empobrecido por voluntad de su predecesor, vendió la tiara y el
Cadillac. Pero como su imagen sobrevivía aún a través del mundo, sobre todo en
las parroquias más humildes y rezagadas de Córcega y Bretaña, Luisiana e Irlanda,
Galicia y Calabria, donde había muchos católicos demasiado lerdos y supersticiosos
para imaginar un pontífice sin tiara ni automóvil aparatoso, los donativos afluyeron al
instante. Cediendo ante la presión de aquellas pobres gentes, el Papa rescató con
gran tristeza su tiara y su coche para revenderlos aprisa y alegremente en nombre
de la santa humildad cuando la opinión pública o quizá las circunstancias exigieron
el despegue inmediato del avión blanco. A decir verdad, se intentaba enriquecerlo
con una regularidad desconsoladora. ¡Por fortuna, allí estaba el avión blanco para
sacarlo de apuros! Era un papa muy popular en la prensa, un papa que había
sabido adaptarse a su época. ¡Excelente portada! Se le mostraba alimentándose
con una lata de sardinas, empuñando un tenedor de hierro en su pequeño comedorcocina
bajo las cúpulas del Vaticano. Si se piensa que ese romano único, mal
nutrido, habitaba en Roma, una urbe rebosando salud, exhibiendo unas riquezas
bien ganadas a lo largo de los siglos, no parece exagerado afirmar que él aportaba
realmente lo suyo. Sin embargo, inspiraba todavía cierto desprecio a algunos
romanos cerriles. Pues bien, su avión aterrizó el primero en Sao Tomé, y las aldeas
bretonas de cruces graníticas y calvarios festoneados organizaron la postulación
pertinente para ofrecerle una tiara más hermosa que las anteriores"
(*) Esta novela fue escrita en 1973 y, edición tras edición, he tomado el partido de no
modificar ni una palabra ni un nombre. Huelga decir que el papa ficticio que aquí se
menciona no puede confundirse en modo alguno con Su Santidad el Papa Benedicto XVI, a quien expreso el homenaje de mi confianza y de mi respeto (Nota del Traductor )

"El monstruo está ya aquí, embarrancado en nuestras costas, pero vivo y coleando. Hace poco, el
Papa, vacilante de una cristiandad enferma, os ha exhortado a abrirle vuestras
puertas de par en par. Pero yo os lo recomiendo, os lo suplico: ¡Cerradlas, cerradlas aprisa mientras tengáis tiempo!"

"—.. .Y, para terminar, hace diez minutos escasamente el Vaticano ha publicado
una declaración de Su Santidad el papa Benedicto XVI* retransmitida por todas las
agencias informativas, cuyo texto es el siguiente: «En este viernes santo, día de
esperanza para todos los cristianos, nos conjuramos a nuestros hermanos en
Jesucristo que abran sus almas, sus corazones y sus bienes materiales cuando
esos desdichados que nos envía Dios llamen a nuestra puerta. Para un cristiano no
hay otra vía posible salvo la caridad. Caridad no es una palabra vana, no se la
divide ni se la mide, sólo es total o inexistente. Se aproxima para todos nosotros la
hora de rechazar los compromisos por donde se ha desviado nuestra fe, de
responder definitivamente a ese amor universal por el que muriera Jesucristo en la
Cruz para resucitar poco después». Fin de la cita. Se sabe también que Su Santidad
el papa Benedicto XVI* ha dispuesto la venta de todos los objetos valiosos
existentes todavía en los palacios y museos del Vaticano para facilitar
exclusivamente la acogida y el alojamiento de los inmigrantes del Ganges. Así
concluye nuestro diario de las veinte horas. Próximo avance informativo dentro de
quince minutos. Aquí la Radiodifusión Televisión Francesa...
—¡Eso es! —exclamó el Presidente interrumpiendo el concierto transmitido a
continuación—. Me parece oír clamar ya a Dios allá arriba: Tu quoque, fili! No cabía
esperar otra cosa de un pontífice brasileño! Los cardenales quisieron un papa
innovador en nombre de la iglesia universal... ¡pues bien, ya lo tienen! Yo lo conocía
muy bien cuando era obispo y agitaba a Europa enumerando las miserias del Tercer
Mundo. Recuerdo haberle dicho un día que todo intento para debilitar a la madre
indigna acarrea una frustración mayor de los hijos. ¿Adivina usted lo que me
respondió? ¡Que sólo la pobreza es digna de ser compartida! Él mantiene sus
promesas. ¿Es usted cristiano, monsieur Perret?
—No soy cristiano, soy católico. Me atengo a ese matiz esencial.
—Por mi parte no creo en muchas cosas. Asisto a misa ocasionalmente, como
Enrique IV. Por eso necesito su ayuda. A la hora de elegir me hacen falta motivos,
¡me hace falta creer en algo! Mi elección será pésima, eso es seguro... Pensándolo
bien, como ahora es usted gauleiter del Midi, el Papa lo excomulgará. ¡Ya lo verá!
—Eso me tiene sin cuidado, señor presidente. En la Edad Media se habría dado
una patada en el trasero a varios cardenales y se habría elegido a otro papa para
proclamarlo antipapa. Es lo que hago moralmente. Además, eso son sólo palabras.
Desde hace seis semanas estamos inmersos en un océano de palabras. Su
secretariado está sumergiéndose, señor presidente. ¡He aquí lo que ha facilitado
durante el transcurso de la última hora! —Diciendo esto enarboló un enorme fajo de comunicados—. Treinta premios Nobel militan en favor de la flota."

"Ahora me repito lentamente, para asimilarla por completo, esta frase de un antiguo príncipe Bibesco: «La caída deConstantinopla es un infortunio personal que nos ha sobrevenido la semana pasada»"