jueves, 11 de diciembre de 2014

El Espíritu Santo y el viento de la Historia


La Nación sigue meneando su reportaje

Dos cosas llaman la atención: 
En primer lugar, que a juzgar por sus propias palabras, para Bergoglio el Espíritu Santo sería como el Espíritu de la Historia, que soplando en la confrontación dialéctica de ideas se desarrolla y se expresa hasta lograr la síntesis infalible en su camino inexorable hacia la Libertad. Todo dentro de ese ambiente artificial de laboratorio, que sería el Sínodo.
Obviamente, no se quiere decir que lo haga de modo consciente en un manifiesto práctico de hegelianismo, sino como producto personal de una época y de una formación, que probablemente él  mismo desconozca. 


En segundo lugar, que el humilde Obispo de Roma finalmente haya apelado al argumento de poder papal, "sub Petrus", para imponer su voluntad absoluta y desligada de cualquier vínculo con el Magisterio de sus antecesores y con la Tradición de la Iglesia. Alegando, con bastante poca elegancia , extrema autorreferencia (para eso servía mayestático Nos), y bolaceando, que la garantía de ortodoxia es él mismo.

Teniendo en cuenta ambos puntos, no deja de ser extraño verlo en esa sobreactuada posición, silenciosa y marginal, pero de Gran Titiritero a la vez. 

G W F Hegel


DE MATTEI: El Sínodo y el Magisterio ordinario de la Iglesia


DE MATTEI: El Sínodo y el Magisterio ordinario de la Iglesia
DE MATTEI: El Sínodo y el Magisterio ordinario de la Iglesia
A estos actos —dicen— es necesario obedecer porque, como en el caso del Concilio Vaticano II, el Papa o los Obispos a Él unidos, no pueden equivocarse. Por otro lado, los mismos progresistas niegan valor de infalibilidad a las enseñanzas de la encíclica Humanae vitae de Pablo VI y afirman que la moral tradicional en campo matrimonial tiene que ser “aggiornada”, para adecuarse a las “convicciones vividas” por aquellos católicos que práctican la contracepción, la fecundación artificial, las convivencias extraconyugales.
En el primero de los dos casos, ellos parecen admitir la infalibilidad del Magisterio ordinario universal, identificándolo con el Magisterio viviente del Papa y de los Obispos después del Vaticano II; en el segundo caso niegan la infalibilidad del verdadero concepto de Magisterio ordinario universal, expresado por la Tradición de la Iglesia, según la conocida fórmula de Vicente de Lerins: quod semper, quod ubique, quod ab omnibus.
Nos encontramos ante un evidente vuelco de las verdades de fe sobre el Magisterio eclesiástico. En efecto, la doctrina de la Iglesia enseña que cuando un Papa, solo o unido a los Obispos, habla ex cathedra es ciertamente infalible. Pero, para que un pronunciamiento pueda considerarse ex cathedra son necesarios algunos requisitos: 1) debe hablar como Papa y pastor de la Iglesia universal; 2) la materia sobre la que se expresa debe concernir la fe o las costumbres; 3) sobre ese objeto debe pronunciar un juicio solemne y definitivo, con la intención de obligar a todos los fieles.
Si faltara incluso una sola de estas condiciones, el Magisterio pontificio (o conciliar) queda auténtico, pero no es infalible. Esto no quiere decir que sea equivocado, sino significa sólo que no es inmune de error: en una palabra, es falible.
Pero, hay que añadir que la infalibilidad de la Iglesia no se limita al caso extraordinario del Papa que, solo o unido a los Obispos, hable ex cathedra, sino que se extiende también al Magisterio ordinario universal. Para aclarar este punto, recurrimos a un escrito del Padre Marcelino Zalba (1908-2009) sobre Infalibilidad del Magisterio ordinario universal y contracepción, publicado en el número de enero-marzo de 1979 de la revista “Renovatio” (pp. 79-90) del Cardenal Giuseppe Siri.
El autor, considerado como uno de los más seguros moralistas de su época, recordaba que otros dos conocidos teólogos americanos, John C. Ford y Gerald Kelly,había estudiado en 1963, precisamente cinco años antes de la promulgación de la encíclica Humanae Vitae de Pablo VI, el grado de certeza y de verdad que se debería atribuir, en campo teológico, a la doctrina católica tradicional concerniente la inmoralidad intrínseca y grave de la contracepción (John C. Ford s.j. y Gerald Kelly, s.j. Contemporary Moral Theology, vol. 2, Marriage QuestionsNewman, Westminster 1964, pp. 263-271).
Según los dos teólogos jesuitas se trataba de una doctrina que debía ser considerada normativa para la conducta de los fieles. En efecto, sería inconcebible que la Iglesia católica, asistida por el Espíritu Santo en la conservación de la doctrina y de la moral evangélica, hubiera afirmado explícitamente en numerosas intervenciones que los actos contraceptivos son una violación objetiva de la ley de Dios, si no fuese realmente así. Con su intervención equivocada, la Iglesia habría originado innumerables pecados mortales, contradiciendo la promesa de la divina asistencia de Jesucristo.
Uno de los dos moralistas, el Padre Ford, en colaboración con el filósofo Germain Grisez, profundizó este problema en un sucesivo ensayo: Contraception and the Infallibility of the Ordinary Magisterium, (“Theological Studies”, 39 (1978), pp. 258-312). Los dos autores concluyeron que la doctrina de la Humanae Vitae podía considerarse enseñada de manera infalible, no en virtud de su acto de promulgación (que fue menos solemne y categórico que, por ejemplo, el de la Casti Connubii de Pío XI), sino porque la encíclica de Pablo VI confirmaba el Magisterio ordinario universal de los Papas y de los Obispos del mundo.
A pesar de no ser en sí misma infalible, la Humanae Vitae se convertía en infalible cuando, condenado la contracepción, reafirmaba una doctrina propuesta desde siempre por el Magisterio ordinario universal de la Iglesia. La constitución Dei Filius del Concilio Vaticano I estableció, en su capítulo 3º, que pueden haber verdades que deben ser creídas en la Iglesia, con fe divina y católica, sin que haya necesidad de una definición solemne, en cuanto están expresadas por el Magisterio ordinario universal.
Las condiciones necesarias para la infalibilidad del Magisterio ordinario universal son que se trate de una doctrina concerniente la fe o la moral, enseñada con autoridad en reiteradas declaraciones de los Papas y de los Obispos, con un carácter indudable y comprometedor. Hay que entender la palabra universal no en el sentido sincrónico de una extensión en el espacio de un determinado período histórico, sino en el sentido diacrónico de una continuidad del tiempo, para expresar un consenso que abraza todas las épocas de la Iglesia (Card. Joseph Ratzinger, Nota doctrinal ilustrativa de la fórmula conclusiva de laProfessio fidei’, nota 17).
Por ejemplo, en el caso de la regulación de lo natalidad, la Iglesia ha condenado, desde el siglo III, los métodos artificiales. Cuando, a comienzo del siglo XIX, volvió a presentarse este problema, las declaraciones de los Obispos, en unión con el Papa, propusieron siempre como doctrina definitiva y vinculadora de la Iglesia que la contracepción es pecado mortal.
Las declaraciones explícitas de Pío XI, de Pío XII y de todos sus sucesores, confirman la enseñanza tradicional. Pablo VI en la Humanae Vitae confirmó esta doctrina del Magisterio ordinario, «fundada sobre la ley natural, iluminada y enriquecida por la Revelación divina» (n. 4), rechazando las conclusiones de la comisión pontificia que había estudiado este problema porque tales conclusiones «se separaban de la doctrina moral sobre el matrimonio propuesta por el Magisterio de la Iglesia con constante firmeza» (n. 6).
El discurso que el Padre Zalba, Padre Kelly, Padre Ford y el Prof. Grisez hacen a propósito de la contracepción puede extenderse a la fecundación artificial, a las uniones de hecho o a los divorciados vueltos a casar. Incluso en ausencia de pronunciamientos extraordinarios de la Iglesia sobre estos problemas morales, el Magisterio ordinario universal de la Iglesia se ha pronunciado en el curso de los siglos de manera coherente, constante y constringente, por lo que puede ser considerado infalible. Y en campo moral la praxis nunca podrá estar en contradicción con lo que la doctrina del Magisterio universal de la Iglesia ha establecido definitivamente.
Muy distinto es el discurso concerniente las novedades doctrinales incluidas en los documentos del Concilio Vaticano II. En ese caso, no sólo faltó un acto ex cathedra del Pontífice en unión con los Obispos, sino que además ninguno de los documentos fue expuesto en manera dogmática, con la intención de definir una verdad de fe o de moral y de obligar a los fieles al asentimiento. De infalible, en esos documentos, sólo hay algunos pasajes en los que es confirmada la doctrina de siempre de la Iglesia.
De hecho, católico, es decir universal, no es lo que en un determinado momento es creído “en todo lugar”, como puede acaecer en un Concilio o en un Sínodo, sino lo que desde siempre y en cualquier parte es creído por todos, sin equivocaciones ni contradicciones. El debate hermenéutico aún abierto sobre las novedades de los textos del Vaticano II confirma su carácter provisional y discutible, en ningún modo vinculante. ¿Cómo pueden pretender obediencia ciega e incondicionada a las novedades falibles del Concilio Vaticano II y del Sínodo sobre la familia quienes pretenden contradecir las enseñanzas infalibles del Magisterio ordinario universal de la Iglesia en temas de moral conyugal?
Roberto de Mattei
[Traducido para Adelante la Fe por María Teresa Moretti con permiso del autor. Puede reproducirse enlazando este artículo. Artículo original]

miércoles, 10 de diciembre de 2014

“Francisco, el Anti-Benedicto XVI, está llevando a los cristianos serios a la desesperación.”


Quizás, encerrados como estamos en el termo argento y progre del diario La Nación y la Revista Criterio, no tenemos real dimensión de lo que está ocurriendo en el mundo. 
Pero están pasando cosas gravísimas: la palabrita con H ya está sobre la mesa  y hay Cardenales denunciando una tentativa ("de gravedad inaudita") de cambio doctrinal, 

Esto que sigue no lo dice un "tradi", ni un "ultracatólico", ni un "lefe", ni nada que caiga cercano a esas categorías. No se lo pierdan:

De Rorate Caeli en Español:

Para los registros: Comentarista estrella de la Radio Francesa: “Francisco, el Anti-Benedicto XVI, está llevando a los cristianos serios a la desesperación.”

Para los registros: Comentarista estrella de la Radio Francesa: “Francisco, el Anti-Benedicto XVI, está llevando a los cristianos serios a la desesperación.”

9782226254757-jÉric Zemmour es probablemente el más famoso e influyente periodista y comentarista en la Francia contemporánea. Aunque no es católico (tiene orígenes judíos de Argelia, y proviene de una familia a la que se concedió la ciudadanía francesa con el histórico Decreto Crémieux, de 1870), es considerado “polémico” en Francia ya que es un audaz  conservador en un medio ambiente fuertemente progresista – y no tiene miedo, como un pensador conservador, de defender la gran historia de Francia, incluyendo sus raíces católicas. (Más acerca de él, y su reciente libro, “El Suicidio Francés”, sobre cómo el “progresismo” extremo está destruyendo Francia, en este reciente artículo del Weekly Standard.)
Lo que sigue es el comentario editorial que hizo en la radio de noticias más popular de Francia, RTL, sobre la visita de Francisco a Estrasburgo. Lo publicamos sobre todo para el registro de los acontecimientos históricos de cómo la corriente principal de comentaristas conservadores en Europa están empezando a ver este pontificado.
Éric Zemmour: “Francisco va a Estrasburgo y hace caso omiso de la Catedral”
Es la historia de un Papa que va a Estrasburgo y hace caso omiso de la Catedral. Sería como un musulmán que viajara a Jerusalén y no rezara en la mezquita de Al-Aqsa. O como un presidente francés que celebrara 11 de noviembre sin visitar la Tumba del Soldado Desconocido. O como si la Reina de Inglaterra desdeñara a la Royal Navy, o un presidente estadounidense que no prestara su juramento sobre una Biblia.
Francisco habla de las raíces de Europa, pero nunca deja claro que éstas son cristianas. Exalta la espiritualidad, pero apenas menciona el nombre de Dios, y nunca el de “Cristo”. Menciona “derechos humanos”, “solidaridad”, “explotación”, ” diversidad “, “medio ambiente “, la “globalización” y la” inmigración “, pero no dice “aborto”, “eutanasia” o “matrimonio homosexual”.
Él pronuncia las palabras que son agradables, no las palabras que molestan. Habla de la “Europa de los pueblos”, pero no de la “Europa de las Naciones”. Él aboga por la generosa acogida de los inmigrantes, sin tener en cuenta que estas olas incesantes en el Mar Mediterráneo están transformando a Europa en tierra del Islam – y esto a pesar de que todos los que llegan a Lampedusa son musulmanes. Pero el líder de los cristianos no parece que le preocupara o que siquiera le importase.
Este Papa está obsesionado con el diálogo entre el Cristianismo y el Islam, pero más allá de un diálogo convencional y protocolar, ¿cómo puede dialogar útilmente el cristianismo con un Islam que considera a todos los cristianos como a musulmanes que todavía no saben que lo son, o que niegan su identidad?
[Presentador:. Pero todo esto, Éric, es simplemente porque él está llevando adelante, de esta manera, la obra de sus predecesores]
Ah, pero Francisco es de hecho, el Anti- Benedicto XVI, que había causado escándalo al exaltar al Cristianismo, impregnado con la razón griega, que es lo contrario del Islam. Benedicto XVI recordó los principios de la Iglesia, socavando el culto pseudo-compasivo de la pobreza [lit. misérabilisme] difundido por los medios de comunicación. Francisco actúa sobre este culto de la pseudo-pobreza para mejorar su popularidad entre los medios de comunicación. Benedicto XVI, en cambio, recordó el dogma en una época que lo rechaza. Francisco lanza fuera el dogma para complacer al espíritu de estos tiempos.
El reciente Sínodo sobre la familia y sus deferencias hacia el “matrimonio” homosexual ya había causado preocupación entre los cristianos serios. Y si en Francia, los que habían protestado contra el “matrimonio” entre personas del mismo sexo en nombre de su fe se sintieron traicionados, este viaje a Estrasburgo terminó llevándolos a la desesperación.
Si ya el Vaticano II trajo la devastación de la orientación litúrgica de los Cristianos, Francisco parece estar decidido en deshacerse de las orientaciones culturales y religiosas. Francisco es el ídolo de los medios de comunicación, de los miembros del Parlamento Europeo y de la izquierda de Occidente, y no pareciera importarle que es aplaudido por los más resentidos y sarcásticos críticos de la Iglesia.
El Papa parece ser más bien el heredero de Jacques Delors * que de Juan Pablo II. Un demócrata cristiano convertido a la socialdemocracia. Un alemán de la Gran Coalición **, todo en uno. Un Papa post-cristiano. Un partidario de un cristianismo sin dogmas, que es adorado por los progresistas contemporáneos que han tirado todo lo que es sagrado en los cubos de basura de la historia. Un papa que encarna las famosas palabras de Chesterton de que ” El mundo moderno está lleno de viejas virtudes cristianas que se volvieron locas.”
Francisco está en el proceso de transformación de la Iglesia en una simple ONG, [algo] entre Greenpeace y Terre d’Asile. ***
_____________
* Famoso y muy influyente ex presidente de la Comisión Europea
** Democristianos de la CDU y los socialistas del SPD
*** France Terre d’Asile, ONG francesa dedicada a establecer la más amplia comprensión posible de asilo y migración en Europa. [Audio, en francés]
 Artículo original. Posteado por New Catholic]

viernes, 5 de diciembre de 2014

La palabrita con H hace su aparición


El Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe dijo en declaraciones a "L´Osservatore Romano" que la separación de la teoría y la práctica de la fe sería en principio la manifestación sutil (embozada, sería buena traducción) de una herejía"

El prefecto de la Congregación vaticana de la Doctrina de la Fe, el cardenal Gerhard Ludwig Müller, ha reiterado que no debería haber ninguna diferencia entre la enseñanza y la atención pastoral en la Iglesia Católica. "Cada separación de la teoría y la práctica de la fe sería en principio la manifestación de una sutil herejía cristológica", así lo afirmó Mueller en un discurso, que fue publicado por el diario vaticano "L'Osservatore Romano", el martes. Esto haría "oscura" la fuerza de la Encarnación, que es parte de cualquier "teología sana", dijo Mueller. Cristo ha dicho: "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Por lo tanto, no puede haber Verdad sin Vida y no hay Vida sin Verdad.


La ocasión fue la apertura de la Asamblea General de la Comisión Teológica Internacional del Vaticano el lunes. Müller es el Presidente de la Junta Asesora de la CDF. El Cardenal Müller ya había dicho varias veces durante el Sínodo sobre la Familia, que no puede haber ningún cambio en la práctica de la Iglesia en relación a los divorciados y vueltos a casar, porque de ese modo la indisolubilidad del matrimonio sería cuestionada.

En Eponymous Flower

 Copyright 2014 Catholic News Agency, Vienna, Austria All rights reserved.
Trad: J.

Infocatólica también levantó la información.


Esta es, hasta donde sabemos, la primera vez que algún alto clérigo pronuncia la palabrita con H. 
Y Müller, como ya sabemos, no habla como teólogo privado sino con las atribuciones del Santo Oficio.


La imperdible foto con comentario de Mundabor:


Sí, Pancho, a vos te hablo...







martes, 2 de diciembre de 2014

El regreso de la Relatio Synodi...con sorpresa



Los que esperábamos el texto Oficial de la Relatio Synodi en Español (estaba sólo en Italiano y la versión inglesa aparecía y desaparecía intermitentemente) hoy tuvimos la grata sorpresa de ver que finalmente estaba publicada en seis idiomas.

PERO...

... parece que tuvo algunos retoques: Los puntos que no fueron aprobados en la votación (52 y 53  relativos a los divorciados vueltos a "casar") y el de los homosexuales (55) siguen apareciendo, pero la tabla con el recuento de votos ya no está.
En resumen, los puntos rechazados ahora aparecen como si hubieran sido oficialmente aceptados. 

 Quedan los votos en la Italiana original, suponemos que por ahora. En el resto, no.

Para la nueva versión: Ver aquí



  •  

lunes, 24 de noviembre de 2014

El Inmaculado Corazón de María. Cardenal Sarah


"Por su Fiat el Verbo se encarnó en el Tabernáculo de su Vientre"

Fue a través del cuerpo de una joven, una niña judía que vivía en un pequeño pueblo llamado Nazaret, que Jesús, el Verbo Divino, se hizo carne. María pertenecía a esa parte del pueblo de Israel, que esperaba la venida del Señor con expectativa y anhelo. No hay dudas de que ella había leído acerca de Su venida en el Antiguo Testamento y orado por ello. Pero ella no tenía idea de cómo iba a suceder. La mayoría de los israelitas pensaban que el Mesías se manifestaría gloriosamente.

Cuando el arcángel Gabriel anunció a María que ella iba a ser la "puerta" por la que el deseo largamente esperado de las Naciones se cumpliría, ella debe haber quedado completamente  asombrada: "¡Salve, llena de Gracia, el Señor está contigo! ... Vas a concebir en tu seno y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús "(Lc 1,28-31). Una nueva vida - llena de riesgos - se abrió ante ella. Según la tradición de la Iglesia, María, en un gesto excepcional para una mujer judía, había decidido "no conocer hombre" (Lc 1,34). Ella había discernido la virginidad que es la voluntad de Dios. Su Inmaculado Corazón - la Fiesta que celebramos en este día - provocó una entrega total de sí misma a Dios e incluyó el regalo tanto su cuerpo como de su corazón. Asegurándole que Dios no había desdeñado su voto, Gabriel le dijo a María que del mismo modo que la gloria de Dios estaba sobre el Arca, el Espíritu se posaría sobre ella. La joven "esclava del Señor" contempló las palabras del ángel y las guardo en su corazón. Su respuesta, conocida como su "¡Fiat!" - "hágase en mí según tu palabra" (Lc 1,38) - muestra que se confió totalmente a los designios de Dios. Ella optó por renunciar a sus propios planes y enregarse a Dios y a través de su fiat, el Verbo de Dios se hizo carne en el tabernáculo de su vientre.


San Agustín nos dice que la Virgen María concibió a Jesús primero en la fe, y luego en su cuerpo (De Virg., 3: PL 40, 398). La fe de que Dios cumpliría la palabra dicha por medio de su mensajero precedió a su maternidad. Fue esta fe la que sostuvo a María en las muchas pruebas de su vida. Por la fe, dejó que Dios la condujera totalmente y sin reservas. En ella, la definición de la fe propuesta por el Concilio Vaticano II se encuentra encarnación perfecta: "La obediencia de la fe (. Rm 13,26; ver 1.5; 2 Cor 10,5-6) es que debe darse a Dios que se revela, una obediencia por el cual el hombre se compromete libre y totalmente a Dios "(Dei Verbum nº 5).

Pero, como María descubrió, la fe "no es una marcha triunfal, sino un camino marcado por el sufrimiento diario y el amor, la prueba y la fidelidad" (Papa Benedicto XVI, Audiencia General, Miércoles, 24 de mayo 2006). Tal como aconteció a Abraham, nuestro "padre en la fe" (Plegaria Eucarística I), a menudo se vive en la oscuridad y la prueba. "¡Cuán inescrutables son sus juicios e insondables sus caminos", nos dice San Pablo (Rom 11,35).

María tocó la oscuridad de la fe desde su primer fiat de Nazaret hasta su fiat último al pie de la cruz en el Gólgota. Cuando ella y José presentaron a Jesús en el Templo, una "segunda anunciación" se  llevó a cabo cuando el anciano Simeón profetizó que su hijo iba a ser "signo de contradicción" y que una espada atravesaría su corazón (Lc 2,34-35). María vive la verdad de las palabras de Simeón durante la peregrinación anual de la Pascua a Jerusalén - el Evangelio que acabamos de escuchar. Habiendo permitido que Jesús anduviera libremente entre los otros peregrinos, María y José descubrieron después de un día en que su hijo se había perdido. Pero en lugar de una disculpa, recibieron en reprimenda suave que Jesús tenía que ocuparse de las cosas de su Padre. San Lucas  refiere explícitamente que ni José, su padre, ni María, su madre, "comprendieron lo que les dijo:" (Lc 2,50).

Esta espada de dolor se recortaría más profunda con el paso del tiempo. Incluso en la vida oculta de Nazaret en los siguientes dieciocho años. El Beato Juan Pablo II nos dice que la vida de María estuvo marcada por "una particular fatiga del corazón ... una especie de "velo" a través del cual uno tiene que acercarse al Invisible y vivir en intimidad con el misterio "(Encíclica Redemptoris Mater # 17). Vivir en la intimidad diaria con el niño divino, a quien conocía desde la Escritura fue el Hijo de Dios, pero destinado a ser "varón de dolores", "Despreciado y desecho de hombres" (cf. . 53), se requiere una fe enorme y entrega a los designios de Dios. Una vez más, María, vacía de sí misma y totalmente receptiva para Dios y sus planes amorosos, se abandona a la voluntad incomprensible del Padre, independientemente de lo que puede costar, porque ella cree que "para los que aman a Dios, todas las cosas les juntos por el bien "(Rom 8,28).

Ella emerge de esta oscuridad con su fe fortalecida. En el milagro en las Bodas de Caná, encontramos a María depender de la fe en su Hijo para transformar el agua en vino. "Haced lo que Él os diga" (Jn 2,5). María, como nosotros, no posee infundido el conocimiento acerca de los planes de Dios. Pero, en vista de los acontecimientos de la vida, en lugar de rebelarse o tropezar en la oscuridad, era la fe que le permitió salir a la luz.

Necesitaba de la fe para permanecer al pie de la Cruz. Cuando el soldado clavó su lanza en el costado de Jesús, la espada del sufrimiento atravesó su corazón también. Aquí, María hizo su segundo Fiat. Ella consintió los «insondables designios» de Dios y Sus "inescrutables caminos". María, ante los atroces sufrimientos de su Hijo. Observó Su derrota impensable y la aparente victoria de Satanás. Ella podría haber tenido la tentación de huir de la Cruz o invitar a Jesús como el Hijo de Dios a bajar.
Por el contrario, fue precisamente en este momento de prueba más grande que el fiat de María alcanzó su confirmación suprema.


¿Qué fue lo que formó la fe de María? En su Carta Apostólica Porta Fidei de hace apenas unos meses (11 de octubre de 2011), invitando a toda la Iglesia a un "Año de la Fe", el Papa Benedicto XVI ofrece una respuesta que nos puede ayudar en nuestro recorrido. Cito: "la 'puerta de la fe" (Hechos 14,27) está siempre abierta para nosotros, marcando el comienzo en la vida de comunión con Dios y ofreciendo la entrada en su Iglesia. Es posible cruzar ese umbral cuando la Palabra de Dios es proclamada y el corazón se deja plasmar por la gracia transformadora "(# 1).

Las palabras del Papa Benedicto representan una invitación a nosotros. Él nos dice que recibimos el don de la fe a través de escuchar la Palabra de Dios y abrir nuestro corazón al poder transformador de la gracia. María es nuestro modelo. Ella es el que oye la palabra de Dios y la mantiene. San Lucas nos dice: "María guardaba todas estas cosas, y las meditaba en su corazón" (Lc 11,21). Traducido literalmente, significa el verbo griego symballein "depositaba las cosas en el corazón." El libro de Proverbios nos dice que el hombre sabio enseña a su hijo y le insta: "mantiene mis palabras en tu corazón" (Proverbios 3,1). María hizo esto. El salmista relata a Dios: "Conservo tu palabra en mi corazón para no pecar contra Tí" (Salmo 119,11). María hizo esto. No es que tuviera la plena comprensión de todo lo que llevba depositado en su corazón. Su grandeza reside en su fe en la Palabra de Dios por la que ella estaba dispuesta a seguir adelante con un plan que no entendía, a un lugar que no había elegido, por el bien de un pueblo que rechazaría, torturaría y mataría a su hijo.

En este contexto, podemos entender por qué San Lucas opta por insertar en su Evangelio el incidente un tanto extraño de una mujer de la multitud que alaba a María que lleva su Hijo, "bendito el vientre que te llevó y los pechos que te amamantaron" (Lc 11:27). Jesús usó su comentario para definir la verdadera bienaventuranza: "bienaventurados los que oyen la palabra de Dios y la guardan" (Lc 11,28). María escuchó la palabra de Dios y la mantuvo - sabiendo que "nada es imposible para Dios", por lo que ella es bendita.

Queridos hermanos y hermanas en Cristo: ¡qué lección preciosa nos ofrece la Virgen! Nuestras vidas, también, están marcados con frecuencia por la oscuridad de la fe. A nivel personal, algunos de nosotros estamos afligidos por sufrimientos corporales o relaciones difíciles; a nivel nacional y mundial, nos enfrentamos a retos morales sin precedentes, que amenazan nuestros fundamentos cristianos y la estructura misma de la sociedad; tiempos económicos colocan a nuestros medios de vida en riesgo y que les resulta cada vez más difícil a fin de mes; incluso en la Iglesia, los pecados y escándalos estropean la llamada a la santidad. Sólo la fe en un Dios que finalmente triunfa puede dar a luz a una esperanza que nos sostiene a través de toda la oscuridad, permitiendo que el amor de Dios, e incluso aquello que se nos presenta como un enemigo entre como luz al mundo (Deus Caritas est # 39).

Este amor, esta luz se hizo carne, entrando en el mundo y transformarlo definitivamente a través de una joven judía, llamada María, en la pequeña aldea de Nazaret. Cuántos santos han arrojado luz sobre sus mundos oscuros a través de la apertura a la Palabra de Dios y el poder transformador de la gracia: la Beata Teresa de Calcuta, el Beato Juan Pablo II, San José María Escrivá, por nombrar sólo unos pocos!

Hoy en esta Eucaristía, en la Fiesta del Inmaculado Corazón de María, Jesús llama a la puerta de nuestro corazón. En nosotros, Él desea tomar su morada y, a través de nuestro cuerpo, entrar en la historia humana. Cuando le damos la bienvenida, Él da a luz a la divinidad dentro de la cuna de nuestros corazones. ¿Qué respuesta le dará nuestro corazón a Su propuesta divina?

Permítanme terminar con unas palabras de San Bernardo de Claraval, que - como desde detrás de una cortina - observa el encuentro entre el Arcángel Gabriel y María. Sus palabras nos animen a donarnos  en la fe, la esperanza y el amor a una verdad que ha sido atestiguado través de los tiempos: "Sin Dios, nada es posible. Con Dios, todas las cosas son posibles ":


"Tú has oído, oh Virgen, que concebirás y darás a luz un hijo; tú has oído que no va a ser por el hombre sino por el Espíritu Santo.
El ángel aguarda una respuesta ... nosotros también estamos esperando.
De tu palabra depende el consuelo para los miserables, el rescate de los cautivos, la libertad de los condenados, de hecho, la salvación para todos los hijos de Adán, de toda tu raza.
Responde rápido, oh Virgen! ... Pronuncia tu propia palabra, concibe la Palabra divina.
Abre tu corazón a la fe, oh Virgen María, tus labios para alabar, tu seno para el Creador. Mira, el deseado de todas las naciones está a tu puerta, golpeando para entrar.
Levántate, apresúrate , abre. Levántate en la fe, apresura la devoción, abre en alabanza y acción de gracias. "He aquí la esclava del Señor", dice ella, "hágase en mí según tu palabra" ("Elogio de la Santísima Virgen María", Hom. 4, 8-9).-

Texto de la homilía del Cardenal Robert Sarah en la Festividad del Inmaculado Corazón de María.16 de Junio de 2012, Dublin - Irlanda

Trad. J.

sábado, 15 de noviembre de 2014

La esquiva traducción de la Relatio Synodi


La Relatio Synodi sigue sin tener traducción oficial al español. Los sajones consiguieron la suya en inglés después de mucho reclamar.
Pero ahora la versión inglesa también desapareció. (Queda "flotando" la del Bolletino, pero no la del sitio)

Sorprende un poco porque la escandalosa Relatio Post Disceptationem estuvo escrita, editada y traducida a cinco idiomas en tan solo 48 hs. Una velocidad sorprendente si consideramos que implicó hacer un compendio de centenares de discursos e intervenciones, lo que hizo sospechar a muchos de que ya estaba escrita y cocinada de antemano. 

http://www.vatican.va/roman_curia/synod/



  • "Relatio Synodi" of the Third Extraordinary General Assembly of the Synod of Bishops: "The Pastoral Challenges of the Family in the Context of Evangelization" (5-19 October 2014)
    [Italian]

jueves, 13 de noviembre de 2014

Del pecado y el pecador


Muy oportuna la entrada de Infocaótica  acerca de este asunto, que últimamente parece cerrar el paso a cualquier juicio, digamos, desde el nefasto ¿Quién soy yo para juzgar?. O como dicen los "líberals" en el Norte to be judgemental. Ya nadie puede reprochar, corregir, ni enseñar. O mejor dicho, ya nada parece digno de reproche, de corrección, o de enseñanza. Todo da igual, porque nadie tiene autoridad sobre nada ni sobre nadie, en este mundo devenido igualitario y "gradual".
Dejamos de lado el contexto relacionado con el baboso artículo de Roberto Bosca sobre el que ya se ha dicho suficiente, y porque sinceramente creemos que carece de interés particular en medio de la avalancha diaria de pavadas:

Las consideraciones generales que hacemos a continuación se pueden encontrar en manuales serios y en la Summa de Santo Tomás. Por razones de espacio y claridad, vamos a seguir a Royo Marín (Teología de la caridadTeología moral para seglares).

1. El odio al prójimo.Debemos amar al prójimo con amor de caridad. Por lo que toda forma de odio parece contraria al precepto de Cristo. Sin embargo, es necesario distinguir:

Odio de enemistad, llamado también de malevolencia, es el que desea algún mal a una persona en cuanto prójimo, o se alegra de sus males, o se entristece por sus bienes. Es el desearle mal, en cuanto es mal para él, y se opone directamente a la caridad y constituye, por lo mismo, un grave desorden moral.

Odio de abominación, llamado también odio de cualidad, consiste en aborrecer al prójimo, no en sí mismo, sino en sus obras (malas) y esto no es pecado. «La razón es porque odiar lo que de suyo es odiable no es ningún pecado, sino del todo obligatorio cuando se odia según el recto orden de la razón y con el modo y finalidad debida. Sin embargo, hay que estar muy alerta para no pasar del odio de legítima abominación de lo malo al odio de enemistad hacia la persona culpable, lo cual jamás es lícito aunque se trate de un gran pecador, ya que está a tiempo todavía de arrepentirse y salvarse. Solamente los demonios y condenados del infierno se han hecho definitivamente indignos de todo acto de caridad en cualquiera de sus manifestaciones» (Royo Marín).
Parafraseando a Escrivá, así como hay un «anticlericalismo bueno» (rechazo del clericalismo como vicio, pero no del clero, ni del estado clerical) hay un «odio bueno», que es conforme a la virtud de la caridad. Con palabras de San Agustín: «Este es el odio perfecto, que ni aborrezcas a los hombres por sus vicios, ni ames a los vicios por respeto de los hombres».

2. Amor y odio al prójimo.El amor al prójimo e incluso a los enemigos nos obliga a deponer todo odio de enemistad y todo deseo de venganza. Pero los pecadores han de ser amados como hombres capaces todavía de eterna bienaventuranza; de ninguna manera en cuanto pecadores. La caridad no nos permite excluir absolutamente a ningún ser humano que viva todavía en este mundo, por muy perverso y satánico que sea. Mientras la muerte no les fije definitivamente en el mal, desvinculándoles para siempre de los lazos de la caridad –que tiene por fundamento la participación en la futura bienaventuranza–,  hay que amar sinceramente, con verdadero amor de caridad, a los criminales, ladrones, adúlteros, ateos, masones, perseguidores de la Iglesia, etc. No precisamente en cuanto tales –lo que sería inicuo y perverso– pero sí en cuanto hombres, capaces todavía, por el arrepentimiento y la expiación de sus pecados, de la bienaventuranza eterna del cielo. La exclusión positiva y consciente de un solo ser humano capaz todavía de la bienaventuranza destruiría por completo la caridad (pecado mortal), ya que su universalidad constituye precisamente una de sus notas esenciales. Amar no significa sentir mucha ternura, pues el verdadero amor reside esencialmente en la voluntad. Querer bien a alguien, es querer seriamente para esa persona todo cuanto según la recta razón y la fe es bueno: la gracia de Dios y la salvación del alma primeramente, y después, todo cuanto no desvíe de este fin.Las sabias y célebres palabras de San Agustín que decía: Hay que odiar el error y amar a los que yerran, suelen frecuentemente interpretarse como si el pecado estuviese en el pecador a la manera de un libro en un estante. Se puede detestar el libro sin tener la menor restricción contra el estante, pues, aun cuando una cosa esté dentro de la otra, le es totalmente extrínseca. Sin embargo, la realidad es otra. El error está en el que yerra como la ferocidad está en la fiera. Una persona atacada por un oso, no puede defenderse dando un tiro en la ferocidad evitando herir al oso y aceptándole, al mismo tiempo, recibir un abrazo con los brazos abiertos. Santo Tomás, sobre esto, se explaya con claridad meridiana. 

El odio debe incidir no sólo sobre el pecado considerado en abstracto sino también sobre la persona del pecador. Sin embargo, no debe recaer sobre toda esa persona: no lo hará sobre su naturaleza, que es buena, las cualidades que eventualmente tenga, y recaerá sobre sus defectos, por ejemplo su lujuria, su impiedad o su falsedad. Pero, insistimos, no sobre la lujuria, la impiedad o la falsedad en tesis, sino sobre el pecador en cuanto persona lujuriosa, impía o falsa. Por eso el profeta David dice de los inicuos: los odié con odio perfecto (Ps. 138, 22). Pues, por la misma razón se debe odiar lo que en alguien haya de mal y amar lo que haya de bien. Por lo tanto, concluye Santo Tomás, este odio perfecto pertenece a la caridad. No se trata de un odio hecho apenas de irascibilidad superficial. Es un odio ordenado, racional y, por tanto, virtuoso. Así es que, odiar recta y virtuosamente es un acto de caridad. 
Claramente se ve que odiar la iniquidad de los malos es lo mismo que odiar a los malos en cuanto son inicuos. Odiar a los malos en cuanto malos, odiarlos porque son malos, en la medida de la gravedad del mal que hacen, y durante todo el tiempo en que perseveren en el mal. Así, cuanto mayor el pecado, tanto mayor el odio de los justos. En este sentido, debemos odiar principalmente a los que pecan contra la fe, a los que blasfeman contra Dios, a los que arrastran a los otros al pecado, pues los odia particularmente la justicia de Dios.

3. Desear al prójimo un el mal físico bajo razón de bien moral.Los moralistas se preguntan, con Santo Tomás, si es lícito desear al prójimo un mal físico como la enfermedad o la muerte, bajo razón de bien moral, como expresión del odio de abominación. Y la respuesta es afirmativa: «No hay pecado alguno en desearle al prójimo algún mal físico, pero bajo la razón de bien moral (v.gr., una enfermedad para que se arrepienta de su mala vida). Tampoco lo sería alegrarse de la muerte del prójimo que sembraba errores o herejías, perseguía a la Iglesia, etc., con tal que este gozo no redunde en odio hacia la persona misma que causaba aquel mal» (Royo Marín).Por tanto, es lícito desear al prójimo «algún mal físico o temporal bajo el aspecto de un bien mayor, como sería, por ejemplo, una enfermedad o adversidad para que se convierta, la corrección de un escándalo (v.gr., por el encarcelamiento o destierro del que lo produce) o el bien común de la sociedad (v.gr., la muerte de un escritor impío o de un perseguidor de la Iglesia para que no siga haciendo daño a los demás)» (Royo Marín).  

4. Desear la muerte del prójimo bajo razón de bien moral.La muerte es un mal físico, no un pecado. En sí misma considerada, es la separación del alma de su cuerpo. Al desear la muerte del prójimo en cuanto mal físico, queriendo siempre su salvación, se realiza el odio de abominación que puede ser acto de caridad. Al desear la muerte del pecador que daña al bien común, de la comunidad política o de la Iglesia, incluso pidiendo a Dios que esta ocurra pronto, se desea un mal físico (muerte) bajo razón de bien moral (bien común). Y no hay en ello ningún pecado sino más bien ejercicio de la caridad social.